Si algo podemos afirmar con seguridad es que del contacto entablado entre el viejo y el nuevo mundo nació una nueva identidad: la del mestizo americano.

Las identidades de las nuevas naciones americanas, y en particular la mexicana, que es la que aquí me ocupa, no se entiende sin este choque, a saber, el suceso más trascendente en la historia del hombre moderno.

Sabemos que la azteca pretendía un proyecto de unificación entre las culturas precolombinas de lo que se dio por llamar Mesoamérica, que no prosperó y sólo fue tal.

Como lo mexicano se origina, por fuerza, en la colonia, habráse por determinar si hay registro exacto del nacimiento del concepto de "México" y lo mexicano como definición del nuevo pueblo que se sabe y se observa único.

A inicios del siglo XVII por ejemplo, vemos la aparición de la Lógica Mexicana —enmarcada en la filosofía escolástica— a manos del jesuita Antonio Rubio, obra preceptiva más que de identidad pero que se establece como referente, pues supone ya la vigencia del concepto de mexicano para lo concerniente al nuevo territorio.

Un dato para apreciar la relevancia del término empleado por Rubio es la figura de Sigüenza y Góngora —tenido por uno de los primeros pensadores de la identidad—, nacido medio siglo después de la publicación de la Lógica Mexicana.

Si Góngora es un pensador de la identidad, un pensador claramente mexicano —ya no español, ya no criollo—,  determinemos también qué implica el término empleado por Rubio casi medio siglo antes del nacimiento de aquél.

En su origen, como acaso sea todo lo primitivo, el concepto de "México" encerró tal vez una idea elemental de identidad, pero identidad al fin que supone una divergencia de la del concepto de "Nueva España".

La tarea forza a mayores búsquedas, y la entrada como la claridad habré de extenderlas con el tiempo.