"Quien añade sabiduría añade dolor, y en todo gran saber siempre hay una gran pena". He ahí la tragedia perpetua: el hombre; el que nace, el que vive y el que ama, y que por añadidura de una perversidad ingente, conoce.

Viviendo, conoce que muere; amando, conoce que lo amado está siempre condenado a perderse eternamente; conociendo, conoce que no es nada y que nada conoce. Así, naciendo, viviendo y sufriendo, no encuentra ni calma ni sosiego. Condenado a saber, sin quehacer específico, vaga eternamente por el mundo, como un paria.