Querefón, discípulo de Sócrates, no parecer ser, contrario a lo que
algunos pretenden afirmar, un personaje ficticio ideado por Platón para
algunos de sus Diálogos.
Esto se deduce de que Querefón, presente -siempre de manera muy breve- en varios de los Diálogos platónicos, como en el Gorgias o en la misma Apología de Sócrates -donde queda desvelada la que se supone una intervención fundamental en la vida de Sócrates-, aparece también en el Libro II de Diógenes Laercio y en al menos dos comedias de Aristófanes -Las Nubes y Las Aves.
La fecha de su nacimiento, como la de su muerte, nos son desconocidas. Podemos afirmar, sin embargo, sustentados en Las Aves y la Apología de Sócrates, que fue más joven que Sócrates y que murió antes que éste.
Haciendo caso a Platón, decir podemos también que Querefón compartía y estaba familiarizado con el pensamiento de Sócrates, pues a él confía Sócrates parte del interrogatorio que se hace a Callicles en el principio del Gorgias.
Querefón se nos aparece además como un elemento sustantivo en la vida de Sócrates, pues fue él quien acudió al oráculo de Delfos, en el monte del Parnaso, para preguntar si había en el mundo alguien más sabio que Sócrates, respondiéndole el oráculo que no, y de lo que se deriva, al parecer, mucho de lo que fuera el filósofo ágrafo, que hostigado, atormentado por esta revelación, como el tábano que persiguiera eternamente a Ío, decidiera confirmarlo por sí mismo. Este solo hecho tendría consecuencias importantísimas para el pensamiento de Occidente.
Así lo dice Sócrates, en su defensa:
Todos conocéis a Querefón[1], mi compañero de la infancia, como lo fue de la mayor parte de vosotros, y que fue desterrado con vosotros, y con vosotros volvió. Y sabéis qué hombre era Querefón y cuán ardiente era en cuanto emprendía. Un día, habiendo partido para Delfos, tuvo el atrevimiento de preguntar al oráculo (os suplico que no os irritéis de lo que voy a decir) si había en el mundo un hombre más sabio que yo; la Pythia le respondió que no había ninguno. Querefón ha muerto, pero su hermano, que está presente, podrá dar fe de ello. [2]
Diógenes Laercio mantiene esta versión, pues afirma, en el Libro II[3], que es a Querefón a quien da la Pitonisa el oráculo que afirma a Sócrates como el más sabio entre los hombres.
Entre los exiguos datos que le sobreviven, quedan, sin embargo, los que de su apariencia -aunque naturalmente hiperbolizados-, nos lega Aristófanes.
En Las Nubes, sátira cruel y mentirosa sobre Sócrates, pero divertidísima, que le vale a Aristófanes aún hoy el baldón y la condena, puede rescatarse uno de los pocos rasgos físicos que se conocen de Querefón, que es el de sus cejas prominentes, lo cual dedúcese de una burla que de él realiza el comediógrafo ateniense.[4]
En Las Aves, Aristófanes finaliza así el bosquejo: "Querefón, amigo y discípulo de Sócrates, era un hombre joven y enfermizo, de tez pálida, que parecía medio muerto: vivía muy cerrado y no salía más que al atardecer, de donde le vino el sobrenombre de "murciélago".[5]
Como se quiera y aunque documentanda de forma exigua —pero con fuentes de claridad valiosa—, la figura de Querefón, contra sus detractores y las tesis que niegan su realidad histórica, parece confirmársenos como real.
1.- Otros recurren a la variación nonimal 'Querefonte'.
2.- Platón, Diálogos, Ediciones Leyenda, México, 2009, pp. 10.
3.- Diógenes Laercio, Libro II, Sócrates, 16.
4.- Platón, Aristófanes, Apología de Sócrates, Critón, Las Nubes, Folio, Barcelona, 2002, p. 99.
5.- Apud Ídem, p. 97.
Esto se deduce de que Querefón, presente -siempre de manera muy breve- en varios de los Diálogos platónicos, como en el Gorgias o en la misma Apología de Sócrates -donde queda desvelada la que se supone una intervención fundamental en la vida de Sócrates-, aparece también en el Libro II de Diógenes Laercio y en al menos dos comedias de Aristófanes -Las Nubes y Las Aves.
La fecha de su nacimiento, como la de su muerte, nos son desconocidas. Podemos afirmar, sin embargo, sustentados en Las Aves y la Apología de Sócrates, que fue más joven que Sócrates y que murió antes que éste.
Haciendo caso a Platón, decir podemos también que Querefón compartía y estaba familiarizado con el pensamiento de Sócrates, pues a él confía Sócrates parte del interrogatorio que se hace a Callicles en el principio del Gorgias.
Querefón se nos aparece además como un elemento sustantivo en la vida de Sócrates, pues fue él quien acudió al oráculo de Delfos, en el monte del Parnaso, para preguntar si había en el mundo alguien más sabio que Sócrates, respondiéndole el oráculo que no, y de lo que se deriva, al parecer, mucho de lo que fuera el filósofo ágrafo, que hostigado, atormentado por esta revelación, como el tábano que persiguiera eternamente a Ío, decidiera confirmarlo por sí mismo. Este solo hecho tendría consecuencias importantísimas para el pensamiento de Occidente.
Así lo dice Sócrates, en su defensa:
Todos conocéis a Querefón[1], mi compañero de la infancia, como lo fue de la mayor parte de vosotros, y que fue desterrado con vosotros, y con vosotros volvió. Y sabéis qué hombre era Querefón y cuán ardiente era en cuanto emprendía. Un día, habiendo partido para Delfos, tuvo el atrevimiento de preguntar al oráculo (os suplico que no os irritéis de lo que voy a decir) si había en el mundo un hombre más sabio que yo; la Pythia le respondió que no había ninguno. Querefón ha muerto, pero su hermano, que está presente, podrá dar fe de ello. [2]
Diógenes Laercio mantiene esta versión, pues afirma, en el Libro II[3], que es a Querefón a quien da la Pitonisa el oráculo que afirma a Sócrates como el más sabio entre los hombres.
Entre los exiguos datos que le sobreviven, quedan, sin embargo, los que de su apariencia -aunque naturalmente hiperbolizados-, nos lega Aristófanes.
En Las Nubes, sátira cruel y mentirosa sobre Sócrates, pero divertidísima, que le vale a Aristófanes aún hoy el baldón y la condena, puede rescatarse uno de los pocos rasgos físicos que se conocen de Querefón, que es el de sus cejas prominentes, lo cual dedúcese de una burla que de él realiza el comediógrafo ateniense.[4]
En Las Aves, Aristófanes finaliza así el bosquejo: "Querefón, amigo y discípulo de Sócrates, era un hombre joven y enfermizo, de tez pálida, que parecía medio muerto: vivía muy cerrado y no salía más que al atardecer, de donde le vino el sobrenombre de "murciélago".[5]
Como se quiera y aunque documentanda de forma exigua —pero con fuentes de claridad valiosa—, la figura de Querefón, contra sus detractores y las tesis que niegan su realidad histórica, parece confirmársenos como real.
1.- Otros recurren a la variación nonimal 'Querefonte'.
2.- Platón, Diálogos, Ediciones Leyenda, México, 2009, pp. 10.
3.- Diógenes Laercio, Libro II, Sócrates, 16.
4.- Platón, Aristófanes, Apología de Sócrates, Critón, Las Nubes, Folio, Barcelona, 2002, p. 99.
5.- Apud Ídem, p. 97.
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